En el año 2008 comencé a escribir este blog. Recuerdo el pudor inicial de compartir escritos nacidos en la intimidad, que con un clic estaban expuestos a "todo el mundo".
Más de diez años han pasado y los límites con respecto a lo público y lo privado han cambiado radicalmente, sobre todo con la expansión de las redes sociales.
La vieja internet, aquella de las páginas webs y blogs, todavía proponen una vieja escuela, donde uno va a un sitio a buscar algo, lo lee, lo comenta: se escribe con más caracteres y se necesitan párrafos completos para expresar ideas.
Escribir un post en un blog es un acto mucho menos espontáneo comparado con la reacción rápida e inmediata sobre algún tema o contenido en las redes sociales. La paradoja es, que el escrito meditado y editado, permite una libertad y una sinceridad que en la interacción de las redes sociales es imposible. Lo espontáneo no es sinónimo de verdadero.
Lo público y lo privado ha sido siempre un tema interesante para los artistas, acostumbrados a expresar emociones o sentimientos sumamente íntimos a "todo el mundo" (¡no hay tanta gente en le mundo de la música contemporánea, ja, ja!).
Encuentro que lo que se muestra en las redes, en apariencia más expuesto, presenta en realidad una intimidad más evasiva, mucho más editada que un articulo publicado en un blog. Los posteos automáticos en las redes proponen una evasión sin misterio, con cierto aire de estafa.
Me
subí al Facebook, hace algunos años, con reticencia, al año me borré (y
borre todos los posts, uno por uno), me arrepentí, me volví a subir y
me entregue.
La verdad es que las redes sociales me han acercado a
muchísimos amigos, me han permitido compartir hermosísimos proyectos a
la distancia y me han creado una familiaridad relajada con personas que
están lejos, y que adoro. Todo lindo.