13 noviembre 2008

Sobre los propósitos

La música es lo que me trajo a Holanda. Viviendo en Buenos Aires tenía una fantasía enorme sobre ser un compositor en una sociedad donde los multifónicos y las técnicas extendidas están en el menú diario.
La vida musical en Buenos Aires siempre fue para mí intensa y plagada de experiencias relevantes, pero un día, como un flash, tuve la visión de que si me quedaba en Argentina iba a seguir escribiendo mas o menos la misma música por el resto de mi vida. Fue como una visión o una intuición. Necesitaba un cambio de aire, para mejor o para peor, algo diferente, que pusiera en juego mis creencias y mis recursos. También estaba impulsada por la enorme fantasía de vivir en la Europa que se piensa desde la Argentina, que es mucho mas intensa y fabulosa que la Europa que se vive estando acá. Creo que es hermoso ser argentino en Europa, se la disfruta más.
Seis años después de haber cruzado el océano tengo una visión diferente de las cosas: desilusión con respecto al concepto de músico profesional y antipatía ante los sistemas tan reglados como los que nos ofrecen las sociedades del primer mundo. Les evito el tango.

Yo viene a Holanda por la música y encontré otras cosas, entre ellas la música, pero de una manera diferente a mis expectativas. Como bien dice Margarita Fernández, la vida, es más sabia que una.

No encontré compositores que me encandilaran, no encontré ideas que me cambiaran la vida. La vida en realidad fue la que cambió mis ideas.
El conservatorio de Amsterdam fue un tedio y en realidad un espacio de soledad en mi propio lenguaje. Mis amigos holandeses, los compositores que me encantan de acá, son más marginales que yo. Otra vez sopa.
Pero esa soledad inmensa, en este nuevo lugar y lejos del lugar que dejé -que ya nunca será el mismo para mi- me dio una perspectiva para atar todos los cabos de una manera diferente. Este país extraño me dio cosas muy distintas de las que vine a buscar. Parece que vine acá a desanudar algo muy difícil de desanudar y a hacer otros armados.

Hace un año empecé a practicar Bikram yoga, un yoga muy físico y exigente que se practica en una habitación a 40 grados de calor. Jamás me hubiera imaginado comenzar una actividad física tan exigente a los 40. Pero el yoga me está cambiando la música como ninguna clase, ningún concierto, ningún proyecto lo hizo en este lugar. Como charlábamos hoy con Pablo Fontdevila, vine a sentar cabeza literalmente, también llamado head-stand.
Y como consecuencia del yoga, vino de la mano de mi amiga Mercedes Escardó, el mundo de la macrobiótica. Fue un regalo del cielo tener a Mercedes en casa por unos meses en mi cocina ahora transformada y alquímica. Una clase magistral de composición.

Aprendo en este momento más del Bikram y de Mercedes que de cualquier profesor. Estas experiencias nuevas se traducen en música, en maneras de pensar desde otros lugares la mil veces reconfirmada vocación de componer.
Escribo estas cosas y me acuerdo mucho de Cage (un macrobiótico también). De ese hombre que pudo sintetizar tantas experiencias vitales y tantas intensidades en un lenguaje que resultó también ser musical. Una integración más holística de la vida en la música y de la música en la vida.
En un momento dado, viviendo en Bs As, tuve la certeza de que mi país me estaba asfixiando. Les pasa lo mismo a los de acá, no es una cuestión geográfica. Encontré en Holanda la música que ya tenía adentro y también muchas conexiones internas que allá se me hubieran perdido en el paisaje común. Vine a Holanda a encontrarme con mi infancia y con otras intensidades que tal vez pueden salir a la superficie cuando una anda un poco más suelta… sola… con la cabeza en blanco… con el corazón abierto.
La vida, como dice Margarita, es más sabia que una. Un aplauso.