04 abril 2008

Las palabras y las cosas

"Hasta fines del siglo XVI, la semejanza ha desempeñado un papel constructivo en el saber de la cultura occidental. [...] En gran parte, fue ella la que la que organizó el juego de los símbolos, permitió el conocimiento de las cosas visibles e invisibles, dirigió el arte de representarlas. [...] La pintura imitaba el espacio, y la representación -ya fuera fiesta o saber- se daba como repetición: teatro de la vida o espejo del mundo, he ahí el título de cualquier lenguaje, su manera de anunciarse y de formular su derecho a hablar".
Michel Foucault - "Las palabras y las cosas"

Foucault habla de cualquier lenguaje y la música es un lenguaje con herramientas muy poderosas a la hora de abordar contenidos abstractos: filosofía performática. Partamos de la base de que un abordaje de este tipo no es posible, o en términos académicos, es completamente erroneo. Ya está. Hecha la salvedad, sigo con mi violín.

 El universo de Foucault me resulta familiar y cercano.  Lo encuentro cercano a la música que me gusta: Nono, Huber, Feldman, mis fuentes primeras.
En el prólogo de Las palabras y las cosas Foucault cita el cuento El idioma analítico de John Wilkins, de Jorge Luis Borges. Allí Borges describe la clasificación de cierta enciclopedia china de animales. Las categorías  organizadas en una lista numerada son tan precisas como arbitrarias:  las categorías se yuxtaponen, incluyen y excluyen con una lógica oblicua. Esta categorización de Borges siempre me pareció una analogía brillante para un tratado de orquestación, sobre todo uno que incluya técnicas contemporáneas, donde los instrumentos se dividen en familias, pero se acercan los unos a los otros, independientemente de la familia a la que pertenezcan, de acuerdo a la intensidad con la que toquen, al registro utilizado, o las sordinas empleadas, etc.

En el capítulo "La prosa del mundo", Foucault piensa el mundo como un texto.  Es un análisis lúcido de la idea de la semejanza y consecuentemente de lo distinto, tanto en función de la relación de los elementos entre sí, o en relación a su contexto.

Me entusiasma una lectura más holística de este libro, una mirada a través de la música, ya que ella, sobre todo en el siglo XX, se ha planteado algunas problemáticas afines a Foucault desde un mundo distinto.

Cursé filosofía en la cátedra de Tomás Abraham en el CBC de la Universidad de Buenos Aires en los ’80. Luego asistí al Colegio Argentino de Filosofía, un emprendimiento privado que  Abraham había fundado con invitados de lujo como Christian Ferrer y Hebe Uhart entre otros.
Me han quedado algunas ideas fragmentarias de aquella época, ideas que después volqué de a mi propia manera en la música. Lo que más recuerdo, más allá de algunos textos que me han marcado para siempre, es que la filosofía era una fiesta -"fiesta o saber"-, una explosión de los sentidos y una arena política comprometida.