Viajando en el tren bala, anotaba cosas en un cuadernito. Pensaba en la música, en el uso de las técnicas extendidas, en el uso del silencio y del ruido, etc, etc (juro que se me ocurrían solo estas cosas -¡qué precariedad de la vivencia!). Y en el contexto de un Japón complejo, todos estos pensamientos me parecían entonces una simplificación aburrida. Cómo un juego de niños occidentales sin imaginación.
Fui a ver el teatro Noh y me emocioné. La obra que ví tenía más de mil años. Hace un milenio que los artistas repiten lo mismo y mantienen la tradición viva, de forma oral. El teatro Noh es como una especie de ópera, a diferencia del Kabuki, que es más cercano a nuestro teatro/circo.
En el tren bala pensaba también en la velocidad de las cosas en Japón, pero no me alcanzó la cabeza.