Al final no me dieron el premio Henriëtte Bosmanprijs 2008. Fue una semana larga y cansadora, bastante folklórica por demás.
Los ensayos fueron escasos. Algunos músicos no estaban cómodos con la pieza y eso se notó todo el tiempo (esas caras tan tensas!!). La obra lleva un set de cuatro luces y finalmente con la ayuda de Pablo Fontdevila, que es coreógrafo e iluminador, pusimos los spots un poco a la que te criaste a último momento, y pum a tocar. La obra salió leiducha, aunque ahí. No fue un desastre, pero es una obra teatral plagada de sutilezas que no vieron la luz. Las técnicas más complejas tampoco, como por ejemplo el sul tastissimo, que es tocar casi en la mitad de la cuerda con un sonido muy particular (que existe, que se puede, que es muy expresivo, pero que hay que querer probarlo de verdad).
Estaba triste porque no me gané el premio (mi ego lo estaba) ni el dinero (ese Óscar, esos billetitos).
No siempre se puede trabajar en las condiciones ideales. No creo que encerrarme en mi casa a componer y salir a escena solo y cuando las condiciones adecuadas se den, sea una opción para mí. No se puede siempre escribir la obra, armar el ensamble, organizar el concierto, hacer el café y barrer la sala. Una de cal y otra de arena. Hay que trabajar con la propia gente y también aguantarse algunos chubascos aunque se te estruje el corazón. A veces estos disparos en la oscuridad salen muy bien también.
La obra que escribí me gusta mucho.
Nota a posteriori (13-1-21)
Este triste concierto ha quedado en el olvido. ¿Qué será de la vida de esa violinista, tan enojada por tener que hacer algo que ahora es superestándar? La obra "El libro de los gestos" se abrió camino sola, teniendo posibilidades maravillosas. Una de ellas con el ensamble basado en Berlin DieOrdnunDerDinge dirigido por Iñigo Giner Miranda. Hace unos años me partía el corazón cada vez que amasijaban una obra mía. Ahora, no digo que no me duela, pero entiendo que la obra no es la versión de determinado ensamble. La obra queda, y si es buena, tendrá muchas oportunidades. Hay que saber esperar. A veces muchos años. O mejor dicho, hay que saber olvidar una vez puesta la doble barra.