Ayer se tocó en Berlín mi pieza “El libro de los gestos”, una reescritura de la pieza que estrenara el ensamble Musas, en Santa Fe, el año pasado. Los instrumentistas (violín, cello, piano y percusión) tienen además de su instrumento una luz que prenden y apagan, creando distintas situaciones escénicas que van cambiando a lo largo de la pieza. Hay eventos que transcurren en la oscuridad y otros en las zonas iluminadas creando distintas formas de relación entre los intérpretes. El ensamble estaba compuesto por estudiantes de la universidad, gente muy joven; muy buenos músicos, pero lamentablemente sólo tuvimos dos ensayos de dos horas para una obra compleja, con técnicas extendidas y puesta escénica.
Durante el concierto, el solfeo de la pieza fue un poco caótico, con zonas de quasi improvisación. Pero a pesar de todo, la pieza salió muy bien. Los músicos, luego de este proceso acelerado de conocimiento del lenguaje y la exploración de las innumerables técnicas extendidas, se abrieron a la experiencia y entendieron mi música, y la obra se armó.
Yo estoy muy contenta porque realmente creo cada vez más que la música no son las notas. Es extraño que yo lo diga, que tengo una escritura casi puntillista para describir los sonidos y los gestos en mi música. Pero ese puntillismo de la partitura es un intento de crear un lenguaje, que espero que en algún momento tenga vida propia y que subsista a pesar de los errores gramaticales, de los neologismos, de las omisiones. Eso es un verdadero lenguaje y no aquel que es rígido y que debe ser recitado exactamente para tener entidad. La fortaleza esta en la flexibilidad (como en el yoga).
Con cada proyecto, entendiendo cada vez más la función de la escritura en La música. La escritura establece la pieza como debiera ser: construye un marco detallado y sólido desde dónde empezar a moverse.
La relación entre las estructuras sólidas y los materiales fragilísimos es una condición fundamental de mi música, y creo que la notación es un intento de asir esa fragilidad y organizarla en el campo de la posibilidad. Y en ese intento, desviarse en mayor o menor medida, es parte del lenguaje.
Ayer hubo muchos errores en el solfeo de la pieza, pero la música sucedió. Y para mi fue una demostración de que la música no son sólo las notas.