Conocí a una joven dramaturga en Alemania, que tuvo la mala estrella de recibir críticas muy negativas por un trabajo suyo presentado en Berlín. Cada vez que alguien “googleaba” su nombre, lo primero que se veía en el buscador, eran las críticas lapidarias. Después de ese proyecto no conseguía trabajo ni de camarera.
Hasta donde yo sé, no tuvo trabajo en el teatro nunca más. La información en Internet no se puede borrar, y tardar años en desaparecer de la web. Me parece nefasto este mecanismo de escrache público, salvaje y medieval, sea fundado o infundado. Y me pregunto... ¿cómo se sale de algo así? En la película de Alain Resnais, Hiroshima mon amour, una mujer francesa es apedreada y humillada públicamente en un pequeño pueblo de Francia llamado Nevers por enamorarse de un soldado alemán en la segunda guerra mundial. Le cortan el pelo y la encierran en un sótano. Después de la guerra ella tiene que dejar su pueblo, Nevers, para poder empezar una nueva vida
-Ton nom est Nevers—en France.
¿Pero, cómo puede uno exilarse de la web?