Ésas son las reacciones que busco yo, por mi parte, en un público para mis exposiciones. Pienso que el arte actual es más intenso como experiencia que como fábrica de imágenes u objetos. Es espacio, es tiempo. D.G.F
Dominique es muy eficaz en la creación de estructuras espacio-tiempo, creando arquitecturas, que más que habitar el espacio, ocupan la mente. Sus instalaciones proponen una impresión de un lugar que es a la vez físico y afectivo: una marca profunda en la memoria. Si rememoramos una habitación de hotel en la que estuvimos en el pasado, tal vez recordaremos la alfombra, las sillas (que tal vez eran dos o tres, pero en nuestra memoria se vuelven miles) la ventana y cierta luz. Tal vez recordemos también cosas que no estaban allí. El resto de los detalles están borrados. Gonzalez Foester no reconstruye los recuerdos, sino que manifiesta con cada instalación el mecanismo de la memoria en sí.
En esta conjugación del espacio-tiempo-afectos, Dominique González-Foerster no es más es una arquitecta de la psicología. En el espacio K20 en Düsseldorf rediseñaron la sala grande en múltiples instalaciones independientes, de distintos tamaños. Todos ellos están prácticamente vacíos, conteniendo dos o tres objetos esenciales. Las protagonistas son las extensas alfombras, las paredes pintadas en colores intensos y la iluminación. La instalación Brasilia Hall, consiste en una alfombra verde (¡que otro color para ese título!) y una pantallita muy pequeña, con un video, al final de la sala despojada. Hay que caminar varios metros para entender que ese cuadradito perdido en la pared inmensa es una pantalla. Ya sabíamos que el espacio es tiempo. Dominique González-Foerster, Splendide Hotel (annexe), 2015
Es más fácil hacer una obra de arte obvia -una pintura, una escultura- que algo que esté en el límite. Los que trabajamos en los medios plásticos tenemos la suerte de tener una libertad total y unos espectadores que pueden circular. El cine, el teatro u otros géneros cuentan con espectadores más pasivos. D.G.F.