04 julio 2015

Cabeza abajo


Tengo una música en mi cabeza que hace ruido, pero que no la puedo escribir. No es necesariamente un sonido, sino una idea de algo que todavía no entiendo. No la puedo escribir porque no la puedo pensar. No me alcanza el cerebro. En analogía con el yoga, es como cuando uno quiere una postura nueva, pero no es el momento, porque los músculos, las articulaciones, los huesos, no están listos.

La cabeza tampoco lo entiende aunque crea que si.
Uno cree que entiende, pero no.
Uno cree que sabe lo que quiere, pero no.
Cree que sabe.
Y no es lo mismo.

 

Con la composición es igual. Siento la limitación física del hecho estético. Me quedo parada en el mismo borde de mi cerebro y no puedo ir más allá. Como cuando uno quiere acordarse de una palabra en otro idioma... algo que está y que no está a la vez. El típico no me da la cabeza en su sentido literal... Y como en el yoga, no me queda otra que practicar. Que la inspiración me encuentre transpirando.

A medida que pasan los años en esta tarea, todo es más lento. Y me gusta eso. En algún momento hay que cerrar el círculo y fechar y firmar, para no encapsularse eternamente en un loop. Siempre se trata de encontrar un punto de satisfacción, donde se deja una obra y se pasa a la siguiente, como páginas del pensamiento.
Me gusta corregir, siempre me gustó. Volver a lo mismo mil veces. Repensarlo. Una linda manera de mover aunque sea un milímetro, algo incipiente, algo de verdad. Algo que asomaba cuando tuvimos que poner la doble barra.

Me organicé la vida para poder componer lento, Para pensar mucho y borrar mas. Cuando llegué a Europa, no paraba de escribir. Las ideas venían una detrás de otras, llevándome a lugares inesperados e interesantes. Las cosas no son de una manera. Son distintos momentos. Igual, tengo la firme sospecha, de que los momentos veloces, inspirados y espontáneos, son el fruto de años y años de trabajo previo, que un día se manifiestan como el exacto punto de la clara de huevo, pero no existirían sin el batido previo. No se de donde saque esta imagen tan trucha, pero la dejo, como un anti ejemplo del corregir y corregir....

Estoy retomando unas piezas viejas, del año 2005, para publicar. A la correción de la música misma debo agregar horas y horas de Photoshop para la versión final manuscrita. Con la mente un poco dispersa, mientras corrijo y borro en modo pixel, escucho las conferencias de Borges que hay en YouTube donde habla de los procesos exhaustivos de corrección - también Piglia cuando habla de Borges-. Estas mentes brillantes son además las personas más laburadoras del planeta. Que vida increíblemente bella, dedicarse exhaustivamente, incansablemente, interminablemente a un gesto, un detalle, una palabra, un sonido, una marca con la pluma.