Hace ya unos años, sin buscarlo empecé a hacer yoga. Y empecé a pensar las cosas a través del yoga. Y el pensar se convirtió de a poco en un cuerpo que antes existía sólo para funciones estereotipadas y de a ratos.
Es un poco aburrido de explicar y de leer. Hay que hacerlo, intentar doblarse en ocho como un pretzel sin hablar y ver que pasa.
Otro punto de vista |
En otro orden de las cosas, cuando estuve en Japón hace unos años fui a ver una función del Teatro Noh, por una compañía milenaria literalmente. Las obras son transmitidas generación tras generación desde hace mil años reales vía oral.
Sentada en la butaca, me empezó a temblar todo el cuerpo y comencé a llorar en silencio. Sentí algo nuevo: la emoción de estar frente a algo realmente muy viejo, sentí la edad del mundo, el contacto con algo viejo y vivo, diferente de la sensación del museo. Sentí también un poco de vértigo, como si estuviera viendo un fantasma o algo incomprensible. Me pasa algo parecido con el yoga, esta gran disciplina de transmisión milenaria, persona a persona, maestro a discípulo, en una cadena de siglos. También se me estremece el cuerpo de emoción. Cuando veo los maravillosos tutoriales que hay en You Tube, pienso ¡qué gran aporte es internet para la transmisión de la cultura (oral?)!