Hace meses que no escribo música. Creo que es el primer recreo largo en 7 años, tiempo que llevo viviendo en Europa. Debo reconocer que la ausencia de escritura me da vértigo, vuelve la vida muy vacía, bastante híbrida y chata.
En Argentina estos recreos son más comunes, en Europa no tanto, porque la maquina compositiva se está siempre moviendo, por uno mismo o por los demás, que te piden obras, generan proyectos, etc. La contemplación, fuera de la acción concreta, es algo inusual en la Europa pragmática y más común en la pampa húmeda. Es más efectivo vivir sin pensar tanto.
Pero yo necesitaba parar, enfrentarme al vacío de la mano quieta y la cabeza que nunca para. Necesito reflexionar sobre mi lenguaje para no seguir escribiendo eternamente la misma obra. No lo pienso en términos de subvertir la originalidad, sino la inercia. Parar la actividad permite visualizar el modus operandi y dentro de lo posible, poder elegir.
Es fácil para mi escribir cierto tipo de obra con recursos que ya manejo. Obras que sé que van a funcionar, que se pueden tocar, que a la gente le va a gustar. Poder encapsularse dentro del propio estilo y darle a la manivela sin pausa… ¿no es lo que comúnmente se llama oficio?
Pero … ¿para qué? ¿para qué el do, el re, para qué un multifónico, para qué la escritura, la belleza de la obra, la sensualidad del sonido, la situación de concierto y la vibración del platillo en la atmósfera terrestre? ¿No sería más fácil escribir una pieza tras otra en lugar de tanta pregunta?
Y no. Porque si las obras no son una pregunta abierta, un bosquejo de solución, un intento de cambiar algo, no tienen sentido. El logro es un parámetro aparte. Hace falta parar, tomar perspectiva, enfrentarse al vacío y tomar decisiones, aunque sean las mismas de siempre.
Yo sigo creyendo que el sentido de escribir música es cambiar el mundo más que perpetuarlo.
Hace meses que estoy pensando en el órgano sin escribir una nota. Estoy escuchando cosas, analizando, estudiando, pensando. Y me alegro. Porque al principio escribir para órgano me resultaba una cosa muy extraña. Y necesité unos meses para tener una idea, algo que realmente quiera decir. No sé que tipo de algo mío hubiera escrito hace tres meses cuando el instrumento me resultaba tan ajeno.