Más allá de la evangelización, me pregunto, por qué la música contemporánea está circunscrita a medios de comunicación tan endogámicos y tan conservadores cuando muchísimas veces el contenido -la música- representa todo lo contrario, rupturas, riesgos, cambio, ¡y alegría!.
La historia se repite. Uno se encuentra con alguien que no tiene idea de lo que es la música contemporánea y ahí sale Jacinta Pichimahuida a explicar: es la música clásica que se hace ahora; si Beethoven viviera haría algo parecido a “esto”; es fácil entender la pintura abstracta pero no la música, ya que no buscamos la casita y el árbol en un cuadro entonces porqué buscar la melodía y el ritmo en la música; la electrónica cambio la manera de pensar el sonido bla bla bla y que Cage y 4’33’’ y la audiencia y el entorno, y más bla bla.
Entonces “el iniciado” empieza a escuchar bajo nuestra guía un muestrario de cosas diferentes. Y por lo general hay algo que le interesa. Algo que se conecta con alguna otra cosa que conoce: el rock, la filosofía, la pintura, el minimalismo, y le empieza a gustar. Y a algunos le empieza a gustar mucho. No es cuestión “de saber” sino de acceder.
Y lo patético es que cuando se intenta quebrar ese circuito cerrado, proponiendo alternativas para alcanzar mayores audiencias, la informalidad se vuelve una cosa tan convencional y tan pobre, que si tengo que elegir me quedo con lo formal. Prefiero escuchar la obra sinfónica completa de George Benjamin en un salón rococó antes que estar tirada en un almohadón escuchando música para 20 teteras silbantes y sahumerio amplificado de la última revelación holandesa.
El envase de la música contemporánea no coincide con el contenido, que es muchísimo más amable de lo que uno pensaría. Muchos compositores e intérpretes, seguimos pensando con una cabeza moderna mientras el aparato de conciertos va quedando obsoleto.
Yo creo que si bien los rituales de la música se han estancado en prácticas burguesas de otra época, el contenido no. Esa es la contradicción que muchos de nosotros sentimos cuando nuestras ideas, nuestra música, y sobre todo nuestras vidas hacen corto con las formas de producción de la música. La discusión no está en cambiar la música (no es por lo menos esta discusión) sino sus modos de comunicación. Eso es lo que habría que plantearse en lugar de agregar tanto almohadón y tanto video.