Toda la música que se tocó en ese concierto sonaba en un rango dinámico reducido, habitual para la música antigua que se toca con instrumentos originales. La idea moderna de forte es imposible para las posibilidades técnicas de los laúdes, cuerdas de tripa, clave y voz cantada sin vibrato.
La franja entre lo suave y la nada no es solo una cuestión de volumen, sino de aguzar la percepción y escuchar de una manera diferente una serie de parámetros en un área donde las categorías se cruzan. Muchos compositores de siglo XX trabajaron en esta "terra incógnita".
En la música barroca la nota convive con el ruido del frotado de las cuerdas y los distintos ataques de los arcos. Es maravilloso cuando el gambista toca la cuerda grave, esa cosa tan ruidosa y áspera, que además tiene altura.
Hay también parámetros expresivos meta-auditivos (¡me inventé una palabra!) ligados a la intensidad. Un ejemplo sería una frase que en un diminuendo se desvanecen en el silencio, con los músicos sólo haciendo la mímica al llegar al final del rango. Tiene poesía y también teatro. También es interesante percibir no solamente cuándo ocurre un sonido sino dónde en referencia a un espacio, que por lo general en la música antigua es reverberante, como las iglesias y los palacios.
Entreviste a Nuria Schoenberg, esposa de Luigi Nono para mi tesina del conservatorio de Ámsterdam cuyo tema era el cuarteto de cuerdas “Fragmente, Stille an Diotima”. Ella dijo que el mundo se había vuelto muy ruidoso. El mundo barroco era mezzo-piano.